La nota trece.
Pasó a mi lado mientras yo caminaba, en mi cabeza rondaba el número trece y algunas palabras sueltas. Pasó a mi lado en dirección opuesta y cuando me dejó a sus espaldas, su destino hizo que desapareciera. Con la mirada en el suelo no vi cuando estaba frente a mí ni pude anticipar que me fascinaría y que sería un misterio. Era una mujer pero en realidad, es una sensación que se renueva cada vez que lo recuerdo y al hacerlo, veo la escena y todo sucede a un ritmo lento, la imagen es la del suelo en el que yo fijaba la mirada mientras caminaba, bastante regular, baldosas que se repetían y líneas que iba dejando atrás y en un momento, sentí algo que en movimiento pasaba a mi lado derecho y un halo en mis zapatos me detuvo, percibí un aroma y como un acto reflejo me hizo cerrar los ojos y mientras revivía sensaciones que alguna vez tuve al recibir una caricia, un beso, una mirada. Cerré los ojos y todo se resumió en un perfume, una fragancia; en verdad, es algo que me resulta difícil de explicar pero me dio la indudable certeza que era una mujer.
Al abrir los ojos, gire la cabeza hacia la izquierda, la busque con su vestido de color azul y zapatos de tacón alto y punta fina, uñas delicadas sin pintar y sin maquillaje. No estaba, ella no estaba y nadie en la vereda ni cruzando la calle. Parado en la mitad de la cuadra, mire en cada uno de los umbrales cercanos, luego volví a girar la cabeza, y ahora con la mirada hacia adelante, respire, me erguí, era en vano considerar el resto de los umbrales de la cuadra y pensé que un plan de guardia podría darme una respuesta. Algunos de los planes que ejecute en mi vida tuvieron los resultados que quería pero desistí de la idea y sin moverme del lugar cavile sobre las oportunidades que en ocasiones se presentan y entonces traté de razonar si lo que me estaba sucediendo era una de esas oportunidades, di unos pasos, un tanto descoordinado, dudando por algo pero continué mi marcha. Caminé hasta la esquina y recordé un libro que hacía ya largo tiempo había leído, una novela que transcurre en el siglo XVII poco antes de la Revolución Francesa y su historia es acerca de una persona que podía oler todo y que con una niñez muy cruenta e igual juventud a cuestas, logra ser aprendiz de un perfumista. Recordé, que mientras lo leí, pensaba sobre lo complicado que es en ocasiones explicar aquello que se percibe en una fragancia, que la descripción aparezca clara en la cabeza y que mas allá de tal dificultad, a veces, gracias a lo vivido y la posibilidad de asociación, se logra expresar algo que atina o por lo menos se parece a alguno de sus componentes.
En el libro, el perfumista le cuenta al desdeñado aprendiz que los perfumes estaban conformados por tres acordes: la parte superior, el corazón y la base, que cada acorde estaba formado por cuatro notas y además en el relato le expone la existencia de una decimotercera nota que fusionaba a las demás. A partir de esta enseñanza, le narra sobre una leyenda que afirma que en Egipto, un perfume extraordinariamente bello, fue descubierto en una tumba; que doce notas fueron identificadas, pero la decimotercera permaneció en un misterio.
Disfrute mucho ese libro y como había llegado a la esquina me detuve, sin razón alguna decidí volver sobre mis pasos y pensé que no sabía si será un misterio pero a lo menos, es algo extraño el hecho que en muchas ocasiones los aromas, los perfumes, son asociados a formas e incluso colores y que esas visualizaciones son bastante exactas. Volví a ver algunas de las baldosas y líneas que había dejado atrás y de pronto tropecé con alguien que salía de un gran portal con herrajes pesados y vidrios esmerilados, levanté la cabeza y era una mujer con un vestido azul algo ajustado hasta las caderas y suaves volados hasta los tobillos, los zapatos eran en punta y tacos finos y altos, sus manos eran finas, pude verlas bien pues las tenía junto al cuerpo a la altura de sus pechos y llevaba unos cuadernos y un teléfono, su cuello también era algo largo y fino, un pequeño mentón y sus labios perfectos configuraron una leve sonrisa.
Sus labios estaban pintados, nunca memoricé todas las tonalidades del rojo y no creo que se pueda, lo que sí es un hecho, es que estaban pintados de rojo bermellón, ese es el que describo siempre para remarcar o resaltar el color. No llegue a verle los ojos, algo apresurada dio unos pasos y se subió a un auto del cual no me había percatado, me apresure a respirar, note cierto perfume, cerré los ojos, era realmente muy bella, ella, y el perfume le daba sensualidad. Un poco más cerré los ojos, trate de asociar, apreté los labios, los metí, los saque, hice todo como si estuviera degustando algo, parecía estar todo acorde, viví el momento de manera que me aferró a la idea que si me esforzaba un poco llegaría a alguna conclusión, eso parecía un plan que tendría resultado ansiado. Luego me pareció extraño haber estado haciendo todo eso, como así también el hecho de que el vestido era azul y sus zapatos de taco alto, aunque lo mas extraño de todo aquello fue no conseguir revivir ciertas sensaciones que alguna vez tuve. Seguí caminando y podía describir el aroma, la fragancia y explicarlo perfectamente. Ella tenía los labios pintados; la mujer que cuando me dejó a sus espaldas su destino hizo que desapareciera, tal vez no era una mujer sino una sensación, una de esas que suelen tener las personas. Ese día finalmente llegue a fascinarme, a ser acariciado, besado y mirado en una fusión misteriosa. Pasó a mi lado y sé, que percibí, la nota trece.
La nota trece
GET 2012
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