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UN PASO +

Relato corto deportivo.


YO Deportista │ GET 2012

Empuñó la mano contrajo el brazo y festejó. Desde la tribuna seguí la jugada con cierto nerviosismo porque el marcador era desfavorable y el partido casi estaba a punto de terminar, fue un gran momento para el equipo porque estaba padeciendo una racha de partidos perdidos por muy poca diferencia y dada la circunstancia se podía pensar en la posibilidad cambiar la suerte. Me encontraba filmando con el teléfono celular, así lo hago en ocasiones y a pedido de mi hijo la mayoría de las veces cuando lo acompaño a sus partidos de básquet en la Liga local por el campeonato de las categorías formativas, esto es así cuando no lo acompaña toda la familia porque, cuando se suma a la hinchada mi esposa e hija pequeña dejo de ser el ‘camarógrafo oficial’ y soy un espectador con todas sus licencias y así es que además del partido se agrega el valor y el sabor de algún sándwich y la bebida que ayuda a brindar cada tanto o ayuda a pasar algún mal momento.


Al ser válido el tanto y como la pelota estaba detenida y el partido por demás aguerrido, el director técnico del equipo rival al equipo de mi hijo aprovechó tácticamente la oportunidad y pidió un tiempo corto para detener de esta manera el avance efectivo y dar un respiro a sus jugadores para que puedan recuperar aire en sus pulmones y puedan concentrarse; al mismo tiempo les daba indicaciones y seguramente intentaba diseñar alguna jugada para poder acumular puntos que serían de alguna manera vitales para sacar una diferencia que presionara en el partido y les permitiera seguir ganando. Los jugadores de nuestro club al mismo tiempo, aprovechaban, bebían agua y se les notaba la excitación; el ‘profe’ también daba indicaciones y como estaban alrededor de él en forma de rueda se podía ver a los que estaban parados como miraban por encima del hombro en dirección al banco de sus contrincantes, en un momento se escuchó un llamado de atención por parte del profesor, ¡miren acá!, fue enfático – muy enfático- y todos dejaron de mirar por encima del hombro a ningún lado y la rueda pareció cerrarse un poco y como quien pidió atención estaba de cuclillas los jugadores que estaban parados agacharon sus cabezas y prestaron mayor atención a las indicaciones .


Uno de los árbitros hizo sonar el silbato para que se reanudara el partido, todos los jugadores en la cancha seguían escuchando a sus respectivos técnicos, pude escuchar alguna queja por parte de una madre que estaba cerca mio sobre el ‘grito’ del director técnico de nuestro club y finalmente toda la expectativa se transformó en tensión debido a que el arbitro hizo sonar con mayor fuerza el silbato y con firmeza pidió que continuar con el partido.


Es curioso como en ciertos momentos el profesor pasa a ser ‘nuestro’ director técnico y también así nuestra es la victoria. Los padres que acompañan a sus hijos en alguna actividad deportiva, en este sentido y en muchas ocasiones son contradictorios y hasta podría decirse que algunos son ingratos porque a la hora de los triunfos la pertenencia es casi absoluta pero, cuando los balances son negativos poco mas que casi ni reconocen a sus propios hijos –una exageración con tono de humor porque la realidad es muy penosa- y atribuyen injustas razones y conjeturas sobre los equipos, afloran internas que son totalmente imaginarias ó responsabilizan a la conducción, incluso llegan a conjeturar sobre la disposición de los consejos directivos de los clubes y hasta llegan a acusar a la astronomía y a las alineaciones poco convenientes de planetas. Por suerte es posible entender ciertas actitudes y da mucha tranquilidad luego, ver a esos jugadores, esos hijos, que mas allá de todo siguen siendo un equipo en amistad o compañerismo.


Por tercera vez el arbitro hizo sonar el silbato y lo hizo tres veces seguidas siendo el último silbatazo, largo y ensordecedor. Los jugadores se ubicaron en la cancha, el segundo árbitro habilitó la pelota y comenzó el juego, el saque fue rápido y al jugador que recibió la pelota se lo notaba tranquilo, picaba la pelota con consistencia y estabilidad, se movía lentamente y cuando su marca personal se acercó lo suficiente, retrocedió unos pasos para alejarse e hizo un pase uno de sus compañeros que se encontraba menos marcado, al parecer la táctica era hacer correr el tiempo, todos los segundos que mas se pudiera en el tiempo de posesión de la pelota para intentar anotar sobre el último segundo. El equipo que dominaba la pelota era el que iba ganado, las hinchadas se enfervorizaban y hasta gritaban –gritábamos- alentando, desconcentrando, advirtiendo, dando indicaciones técnicas y cuando el segundero llegó a dieciocho, la presión que tuvo el jugador con la pelota fue tal que intentó el tiro al aro; fue un tiro con muy buena trayectoria pero que terminó rebotando en el soporte del aro y mientras caía varios jugadores miraban la pelota y fue entonces que se escuchó a ‘nuestro profe’ y al director técnico de ellos gritar al unísono ¡al rebote! y como eso significa saltar para alcanzar y atrapar la pelota así lo hicieron varios entre los que estaba mi hijo y que con ayuda de la suerte, con algún forcejeo pudo hacerse de la pelota y comenzar un avance un poco desestabilizado en el primer paso hasta que pico la pelota y se freno y recuperó el dominio de la pelota, aprovechó la recuperación, esquivó a un compañero que en el salto había quedado junto a él y corrió, picó la pelota y siguió corriendo con mayor velocidad, podría decirse que con un dribleo casi perfecto –movimiento técnico para desplazarse por la cancha- logra dejar atrás a un jugador del otro equipo y con el resto de la cancha vacía avanzó con el objetivo que por lo menos la mitad de los presentes tenía en mente.


En un deporte de equipo, cuando en una jugada, un jugador logra dejar atrás al resto de los jugadores de la cancha por su velocidad y dominio con la pelota se dice que el jugador tuvo ‘explosión’ y mientras mi hijo avanzaba para anotar, un jugador del equipo contrario también tuvo ‘explosión’ y cuando estuvieron ambos cerca del aro y quien llevaba la pelota diera un paso largo, un pequeño salto, levantara las manos y se desprendiera de la pelota con clara intención de encestar fue un hecho que recibió un manotazo en el antebrazo que sonó claramente como un cachetazo. La pelota rebotó en el tablero y entró por el aro, los jugadores por el impulso y la fuerza que llevaban pasaron de largo por debajo del aro casi hasta la pared donde finalizaba la cancha y los árbitros y sus silbatos también fueron protagonistas del momento porque anunciaron que el tanto era válido y además cobraban una falta personal que equivalía a una oportunidad de tiro mas desde la línea de tiro libres. Se había empatado el partido, festejo por parte de algunos, bronca en otros y en ese momento mientras caminaba a ubicarse en la línea lo vi como se frotaba el antebrazo y su cara estaba muy seria, con el entrecejo fruncido y pude entender que para él, además de ser un momento crucial en el partido era un circunstancia indeseada pero lo que realmente me intranquilizaba era la idea de que tenía dolor. Se ubicó, sus compañeros lo alentaron, el profe le pidió que se quedara tranquilo y le pregunto si se sentía bien, le respondió que si y se apretó el antebrazo, luego se dio vuelta miró a la tribuna y me encontró y aún con el entrecejo fruncido empuño la mano levantó el dedo índice me lo mostró, me pareció ver también que levantó una de las comisuras de los labios, finalmente volteó la cabeza hacia el aro y el arbitro le pasó la pelota.


Ese dedo levantado y en dirección a la tribuna fue una comunicación, esperanzadora para algunos, para otros fue una certificación y como era un tanto importantísimo que permitiría al equipo quedar con un punto arriba, la expectativa era mucha y seguramente muy grande la presión. A la vez que volteaba la cabeza para adelante y mientras picaba la pelota sobre la línea como acondicionándola, como mimándola e instruyéndola para que haga lo que tenía que hacer, el ambiente se ponía más tenso y yo por alguna razón baje la mirada y miré el escalón en el que estaba parado y recordé que hacía casi dos años habían pasado de una primera lesión que tuvo en su brazo izquierdo y por la cual tuvo que descansar forzosamente por varios meses y que eran seis meses los que habían pasado de la recuperación de una segunda lesión en la mano derecha en la que por una fractura del hueso trapecio otra vez un período de inactividad y en este lapso una experiencia poco alegre donde sentimientos y emociones trastocaban su idea de desarrollo o progreso en la actividad deportiva; no tanto por las ganas, sino que la ansiedad por la edad se acrecentaba cada día que no podía picar una pelota y las dudas que si bien los médicos le explicaban que cuando se recuperara todo sería igual y la contención familiar que intentaba cooperar, no surtían efectos. Un par de meses largos entonces pasaron y una mañana -extrañamente fría para la época- en el desayuno que fue rápido y como la impaciencia a esta altura generaba malos humores y era domingo –día en que se juegan los partidos de la liga- y él ya estaba preparado para ir al club para acompañar al equipo, se me ocurrió invitarlo a dar una vuelta por el parque para pasar el rato, no fue un plan que lo motivara demasiado, era claro por la aceptación desganada que me dio pero le insistí y anunciando el plan a mi esposa quedamos que luego, ella iría a nuestro encuentro junto con mi hija y llevarían provisiones y haríamos un pic-nic.


Ese parque es muy agradable porque tiene todo lo que tiene que tener pero parece una plaza, es decir que cierta tranquilidad también coopera en el buen pasar de quienes hacen sus actividades que por cierto pueden ser muchas debido a que tiene dos islas de juegos con trepadoras para los más chicos y areneros, espacios verdes donde se puede tomar el sol y canteros verdes con árboles donde se pueden planear muy buenos pic-nics y dos sectores con canchas de futbol y básquet donde infinidad de desafíos todos los fines de semana son parte del espectáculo urbano. Ya en la calle, detengo la marcha y como la cara larga de mi hijo proyectaba enfado próximo, le pedí que vaya a buscar la pelota, primero dio una negativa pero cuando volvió con la pelota dentro de la mochila me preguntó si me parecía bien que él hiciese algunos tiros a lo que le respondí que la intención era que yo aprovecharía para hacer un poco de desgaste físico y nada más, lo que resulto en una conversación y casi negociación por el permiso para poder intentarlo.


Pocas cuadras hay hasta el parque, apenas cuatro así que rápidamente expuso una serie de razones y fundamentos por los cuales no habría inconveniente en volver a hacer unos lanzamientos sin mucha exigencia y también era un hecho que estaba terminando con la primera sesión de kinesiología y como el médico había prometido que a partir de la segunda sesión comenzaría con ejercicios entonces más que una desobediencia era una alta adelantada y algunas cosas más que en realidad no escuche porque ya habíamos llegado a la cancha y el humor había mejorado.


Otra licencia que se tomó fue la de no acompañar al equipo en la fecha, por lo que luego de varias comunicaciones con los amigos y compañeros, finalmente se comunicó con el profesor que no sólo le dio el permiso sino que le pidió que disfrutara el día y que se cuide bien, así empezaba a jugar de nuevo cuanto antes. Con todas la venias y autorizaciones conseguidas, sacó la pelota del bolso y la picó un par de veces y tiro al aro, al parecer una molestia se hizo presente y me paso la pelota para que practicara y lo hice hasta que la serie de pifiadas –desde la línea de tres se me complica- me cansó y le volví a pasar la pelota, intentó nuevamente un tiro de lejos y la pelota entro sin tocar el aro pero él la dejo picando en lugar de ir a buscarla.


Entendí que la molestia era dolor, seguramente poco y relacionado con la inactividad mas que por algo del hueso que a esa altura, la fractura sería un cayo. Fue entonces que levante la pelota y desde cerca del tablero, casi debajo, tiré picándola sobre el tablero para que entrara de manera automática y lo invité a que haga lo mismo por lo que se acercó y lo hizo algunas veces hasta que me la volvió a pasar y comenzó a frotarse la mano. Le pregunté que sucedía y se sobresaltó diciendo que ya no iba a poder tirar mas como antes y algunas cosas mas de ese estilo a lo que sólo atine a decirle o mejor dicho exhortarle que entonces se divierta, a lo que me respondió que yo no entendía nada y nos quedamos un rato en silencio, al cabo de unos minutos de mutismo tome la pelota y lo desafié a hacer un tiro cada uno desde el mismo lugar para ver quién era mas efectivo anticipándole que dada la desventaja, sería yo quien ganara. Accedió y sucedió lo anunciado, le gane y de alguna manera mi festejo por un lado le hacía gracia y por otro lo fastidiaba así que propuso un desafío mayor instándome a tirar y si embocaba entonces debía alejarme un paso hacia atrás para tirar desde esa distancia y de esta manera ver quien conseguía tirar desde mas lejos lo que determinaría el ganador, por supuesto que acepté y si bien volví a provocarlo con la idea que le ganaría me pareció que estaba decidido a darme una lección. Me ganó.


Si bien se frotaba y apretaba de vez en cuando la mano, la victoria sobre su padre era exquisita y no tardó en comunicarlo a la hermana y a la madre ni bien llegaron con la canasta, lo proclamaba a viva voz aprovechando que pocas personabas había en el lugar aún, al punto tal que Evaristo, el cuidador del turno mañana del parque, se aproximó a saludarnos y burlonamente pidió detalles. Mientras comíamos y pasábamos el rato jugué a las cartas con mi hija y él insistía en dejar en claro quién era el ganador y siguiéndole la corriente le propuse una revancha y yo tendría un arma a mi favor, tendría hinchada que iba a ser mi hija a lo que la madre se sumó a favor de él y entonces sin mas, juntamos las viandas, las mantas y nos fuimos a la cancha. Para hacerlo un poco mas oficial se improvisaron algunas reglas, se conjeturaron posibilidades de empate, se dejó en claro que las hinchadas no tenían que intervenir molestando a los lanzadores y como se decidía quien comenzaba el juego.


Fácil, comencé yo y seguí tirando dos veces mas porque acerté, luego le toco a él y empató mi posición, me toco tirar y erré y luego su turno y llego a la línea de tres. Como me veía en problemas improvise una última regla que consistía en dar un paso más luego del tiro desde la línea de tres y si la pelota entraba por el aro se comenzaba a dar pasos hacia adelante y de esta manera llegar nuevamente a la primera posición de tiro que era la posición en la que se determinaría el ganador. Sobre la marcha se aceptó la nueva regla y se continuó con el juego, llegué a la línea de tres y emboque y también en la posición del siguiente paso por lo cual había comenzado a avanzar y allí quede. El logró llegar a esa meta y luego sin dejar de dar pasos y avanzar, se acercaba al aro y así se hacía mas fácil su posibilidad de encestar y ganarme. Cuando llegó a la última posición intente una nueva regla que no fue aceptada porque en realidad era una regla que solo me beneficiaba a mi y el juego se desvirtuó y al final mi hija dijo que también quería jugar un rato a otra cosa y como había llevado los rollers y yo soy su cronometrista oficial, suspendí el juego por invasión de cancha y me fui para el lado de los caminos lisos que rodean los canteros. Hubo protestas pero se él se conformó mencionando que entonces la victoria continuaba siendo de él.


Luego de un buen rato tomando tiempo, comiendo papitas y hablando de bueyes perdidos, se entremezclo el tema del juego con el que nos habíamos desafiado y llegamos a pensar que sería un buen idea proponerlo como juego para que chicos mas chicos, junto a sus padres o madres que no son muy duchos en el tema de este deporte lo practiquen e incluso que en un mayor nivel podría ser una alternativa. Surgió la idea, surgió un proyecto, hablamos un rato al respecto y diseñamos mentalmente algunas cosas, quedó el concepto ‘ir dando un paso’ y la fuerza de ir dando de a uno y como el juego comienza y los pasos se dan hacia atrás y luego hacia adelante y siempre con el objetivo y único fin de encestar, lo pensamos como un juego que de alguna manera permite entender el impulso; faltaba un nombre y no recuerdo bien quien lo dijo ‘Un paso mas’ y para sonoridad espectacular quedó ‘one step more’ e incluso llegamos a pensar un logo ‘1S+’. Comenzaba la tardecita y volvimos a nuestro hogar.


Ver las puntas de mis zapatillas, algunas quejas y un par de silbatazos me hicieron volver al partido y me había perdido el lanzamiento que fue anulado porque hubo invasión de jugadores en la zona de lanzamiento y por tal motivo el alboroto, los jugadores encargados de saltar en caso de existir un rebote de la pelota estaban listos y en posición y él, acercó bien las puntas de la zapatillas a la línea de tiro y picó con mucha fuerza la pelota dos veces, las hinchadas a sus maneras contribuían según sus intereses y las exclamaciones eran tan alentadoras como desvergonzadas –así es el espíritu deportivo del público- y cuando pareció que tomó la pelota para lanzar, dio un pequeño paso para atrás flexionó las rodillas, levantó los brazos, apuntó y los aflojó para luego impulsar la pelota y desprenderse de ella.


Fue un enunciado pensé, cuando miró a la tribuna y me encontró e hizo el gesto con el dedo índice dijo ‘un paso mas’, seguramente cuando recibió el topetazo de la mano del jugador que lo beneficio con el tiro libre sintió dolor y se acordó de algo ó simplemente pensó que era una oportunidad mas y una posibilidad para cambiar la racha. Ahí, en ese instante lo entendí bien, no me miro y estaba nervioso, no era presión lo que sentía; era un paso mas y se estaba divirtiendo, tenía la seguridad de que podían ganar.


Embocó!, pasaron a ganar por la mínima diferencia, el otro equipo se apuró a sacar y atacó con toda la energía, la defensa de nuestro equipo bien alerta seguía y marcaba a cada jugador que le correspondía, los otros tiraron al aro, erraron y pudimos recuperar la pelota, avanzamos y perdimos la pelota, fue un momento de muchos nervios porque pocos segundos faltaban para que termine el partido pero parecía eterno, vuelven a intentar con tiro de tres y vuelven a fallar, ellos recuperan la pelota pero un error nos permite recuperarla y se oía al profe gritar ‘tengan la pelota!’ la idea era hacer correr el tiempo, hacer valer ese único punto para la victoria, llegamos al aro y con un pase adicional un jugador que pareció quedar solo en un rincón se atreve a tirar y falla, ahora ellos tienen la pelota y corren, todos corren tras el que tiene la pelota en sus manos y se escucha la chicharra que finaliza el partido. Ganamos!.


En realidad, GANARON!, por un punto; lo mínimo que se necesita para hacerlo; y entre festejos y la alegría de los jugadores y los parientes que estaban pude acercarme a los muchachos y darles algunas palmadas de felicitación. Es un poco desagradable acercarse a los jugadores ni bien terminan de jugar, demasiada transpiración. Fueron a los vestuarios, continuaba la alegría fuera de la cancha mientras esperábamos que salieran, cuando comenzaron a salir entremezclados los de nuestro equipo con los del otro, algunos mientras se saludaban se hacían bromas, otros con caras largas, otros se organizaban para viajar y se acercaban a sus familias, se prometían la revancha. Cuando me encontré con mi hijo y luego de un par de palabras sobre el partido le pregunte si cuando fue al tiro libre, le había pasado por la mente el recuerdo de ‘un paso mas’, me miró e hizo un silencio y yo respeté ese silencio para escuchar bien la respuesta que parecía estar ubicando las palabras para la mejor frase.


No, nada que ver, dijo. Me pidió algo para beber y le ofrecí la mitad de lo que quedaba en la botella que me había comprado para el partido. Se estaba yendo la tarde y viajamos junto a otros jugadores y padres. En medio del viaje y como al pasar me dijo que en realidad un poco si se acordó de aquello y yo creo que fue mas por cortesía y porque estaba contento con el resultado. Fue un lindo partido y durante un tiempo fue la historia casi obligada cuando le preguntaban como andaba en básquet. Todo salió bien y la alegría fue grande, ese partido fue el inicio de un tiempo de victorias, se podría decir que fue el paso necesario para afianzar al equipo y permitirles llegar a finales y fue una suerte que todo haya sido así, porque mas allá del reclamo que será eterno; la anécdota, siempre tendrá mas fuerza que el hecho que no filme el último minuto del partido.


Relato corto

GET 2012



La Consejería de Educación y la Consejería de Cultura y Deporte de la Junta de Andalucía seleccionaron el relato Un Paso Mas para que integre la publicación YO, Deportista 2012 • Páginas 278 - 283.



















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